lunes, 23 de marzo de 2009

El amor agape

El amor Ágape
En un mundo controvertido en donde las personas se enfocan en su trabajo, en el dinero, que conviven en un entorno de creciente competitividad, es muchas veces fácil confundir la realidad transformándola únicamente en nuestro entorno inmediato; existimos, respiramos, camínanos, hablamos, pero muchas veces viendo, mas no observando, el verdadero entorno. Situaciones difíciles como la pobreza y la necesidad están a la par, pero os volvemos seres egoístas e insensibles, preocupados por el bienestar individual, como por ejemplo, el tener mejores cosas materiales hacen olvidan un principio esencial: el de amar al prójimo.
Existen diversos tipos de amor; pero hay uno que resulta bastante interesante y que es efímero en la sociedad actual: el amor ágape, el cual consiste en un amor superior divino, el tipo de amor que nos ofrece, desde el punto de vista religioso, a Dios como un ser con amor ilimitado hacia todos los seres vivos, hacia cada uno de nosotros, que lo lleva incluso a sacrificar a su hijo enviado. Este amor cuya significado viene de la palabra griega agapê (amor), es entonces, un amor incondicional hacia el otro, hacia el ser querido olvidando su propio bien por velar por el del amado.
Si en algún momento se llega a redescubrir nuestro alrededor es muy difícil aceptar la cruda realidad, una en los que muchos (no todos) los humanos están pendientes de solo si mismos, son individualistas dentro de la colectividad. Hay que aclarar la existencia de muchas personas filantrópicas, practicando este credo, que, con el deseo de ayudar a los demás dedican mucho de su tiempo en actividades de ayuda al prójimo. Con dos frases se podría justificar esta ideología: “ama al prójimo como te amas a ti mismo” y “trata a los demás como te gustarían que te trataran a ti”
La pregunta que aparece es entonces si están los individuos capacitados para practicar esta doctrina. Lo ideal de ejercer este amor seria poder desarrollar una conciencia altruista, una determinación de mirar más allá de si mismo para descubrir que, si se esta dispuesto, es posible ayudar, contribuir e enriquecer la calidad de vida de los que nos rodean. No importa la edad, sexo o religión, es más bien es un asunto de la subjetividad que no mira prejuicios, sino que permite desenvolver una variante de la convivencia actual: aprender a vivir en armonía practicando la generosidad como parte integra de la vida diaria.

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